El niño ateo

Artículo de Clara Sanchis Mira (La Vanguardia)

EL NIÑO GRITA: ¡Pero yo no quiero ser un árbol, yo quiero ser siempre yo, papá!

El niño de padres ateos no puede dormir porque ha empezado a pensar en la muerte. Aferrado a su oso, pide una explicación. En su cabecita de siete años, la idea de su muerte y la de los suyos resulta inabarcable. El padre le acaricia el pelo, recoloca las sábanas, echa mano de argumentos vagos, uy, no pienses en eso, ha dicho; el niño llora. Si falta muchísimo, tesoro, eso está muy lejos. El niño no es tonto, ¿y eso cómo lo sabes? (no, no lo sabe). Porque sí, porque lo sé (al menos darle seguridad). ¿Y entonces yo ya no estaré más, nunca más? (no hay palabras). ¿Ni tú? ¿Ni mamá? Hijo, no sirve de nada que pensemos en eso. ¿Ni esta casa, ni este oso? Zarandea al oso. ¿Dónde estará este oso cuando yo no esté? El padre ve como el niño corre desconsolado hasta su estantería y coge todas las cosas que puede. ¿Y ya no veré más a este pato picudo? Cariño, es un hecho natural, dice, y le parece que ese pato le clava la mirada.

¿Y este boli de tinta invisible? ¿Dónde estará? ¿Dónde estaré yo? En el cielo, está a punto de decir de pronto, al borde de renunciar a sus principios educativos y laicos. En el cielo conmigo y con mamá y santas pascuas, tiene en el borde de la lengua, y siente envidia de los que son capaces de creer. Piensa en las veces que ha bromeado con su hijo sobre el cielo y los ángeles, y si no tenía que haber dejado una puerta abierta en su cabecita hacia alguna posibilidad menos racional. Pero se contiene, lo abraza y se decide a echar mano de algo así como la teoría de la reencarnación, que al menos le parece inofensivo, más poético y nada católico. Cuando nos morimos, bueno, a lo mejor seguimos estando por ahí, a lo mejor nos transformamos en otro ser, ¿entiendes?, en un pajarito, o en un árbol. ¡¿En un árbol?! , grita el niño con los ojos muy abiertos, ¡pero yo no quiero ser un árbol, yo quiero ser siempre yo, papá! Y llora mucho más. El niño tiene razón. Al padre le están entrando ganas de llorar y de que el niño lo consuele. El padre tampoco puede ahora mismo con la idea de la muerte, y mucho menos con la de su hijo, y hace rato que se le pasan por la cabeza certezas atroces que trata de apartar. Pero el niño le está arañando el hombro, ¿y de qué me sirve que tú seas un pajarito? ¿De qué me sirve que tú seas tú, si no eres tú? Hijo, es que pensar en la muerte sólo nos hace sufrir. Y una inmensa nada se le aparece delante. Pero yo no me quiero morir nunca, papá. El padre está hecho polvo. Y empieza a hablar de física cuántica, aunque no tenga ni idea de física cuántica. Verás, hijo, hay una cosa que es la física cuántica, que dice que a lo mejor, ahora, tú y yo, estamos aquí y en millones de sitios a la vez, y que este segundo que está pasando, en realidad no está pasando, o está pasando infinitas veces, en el universo, o algo así, ¿entiendes? ¿Eso es científico?, pregunta el niño (al niño siempre le ha interesado lo científico). Bueno, sí, y viene a decir algo así como que esto es real sólo porque a nosotros nos lo parece, y entonces podemos pensar que también la muerte sólo es real porque a nosotros nos da esa sensación, o algo así. El niño se acurruca entre las sábanas. Vete a saber qué somos en el universo. El niño respira y se va durmiendo, con esa facilidad que tiene él para pasar de una cosa a otra. El padre le quita de la mano el boli de tinta invisible y vuelve a su habitación con su inmensa nada delante de los ojos. Poniéndose el pijama, trata de imaginarse a sí mismo como una nube de partículas elementales. O como un grumo incierto. Eso le alivia. Lo que el niño aún no sabe, piensa, es que todo es incompleto.

 

2 comentarios:

  1. Anónimo said,

    osea , que según esta parrafada, un argumento para creer en DIos es no asumir la muerte como es.

    on 30 de mayo de 2007, 18:59  


  2. Anónimo said,

    No, traumatizar a los niños mediante pecados, demonios, infiernos, culpabilizarlos de los lloros del niño jesús y otras mandangas es mucho más sano.

    Las religiones son bombas de humo. No impiden que la realidad sea la que es, simplemente no permiten verla, a cambio claro de intoxicarte...

    on 20 de julio de 2007, 13:47